El escándalo que provocó Miguel de la Madrid hace unos días con sus declaraciones, vino a confirmar la degradación que sufre México en sus ámbitos de dirección y opinión, como son: los administradores públicos (presidentes, gobernadores, senadores, diputados, etc.), empresarios, religiosos, intelectuales, lideres sindicales, periodistas, y opositores. Ellos, en su gran mayoría, se han convertido en apologistas de un sistema tan aberrante y abstracto que ya no se sabe quien hace que cada cual exista.
Hay personas que dicen que no se puede exonerar al pueblo por el mal gobierno que padece, pero desafortunadamente (y no lo justifico), han sido años de dosificarle el alimento y el conocimiento y para malas, de pésima calidad. A la par, de una forma sutil, imperceptible y obscura, este sistema nos ha convertido en estigmatizados y estigmatizadores, ya que el mexicano se refiere al mexicano como huevón, prieto, tranza, ladino y actualmente como “naco”. En resumen, nos ha hecho avergonzarnos de nosotros para reafirmar el axioma que sentencia: “divide y vencerás”.
Sabemos que existen recursos públicos que se manejan subrepticiamente para comprar conciencias, y que para el político que promete (en ambos sentidos), el empresario invertirá en él para asegurarse buenos negocios; el religioso lo bendecirá para que sigan sin auditar sus limosnas; “el intelectual” le dará los argumentos que a cambio le permitirán publicar sus ideas o hasta con suerte dirigir una institución cultural; el líder sindical le garantizará su rebaño para que no se metan con su pequeño feudo; los periodistas con sus “opiniones imparciales” inspiradas por el consabido “chayote”, ensalzarán o ignorarán de acuerdo a la indicación recibida y por último, “los opositores”, a lo único que no se opondrán será a un cañonazo de 50, 000 pesos oro.
Es verdaderamente vergonzoso para todos, escuchar de voz de un expresidente de esa desviación impune de recursos públicos a través de la partida secreta y sólo comentar “indignadamente” ¡son unos corruptos! y continuar la vida como si eso no nos atañera.
En fin, ojala no nos alcance el destino como aquél judío, que en tiempos de la segunda guerra mundial, cuando llegaban los Nazis por algún vecino y oía sus gritos pidiendo auxilio, ignoraba el hecho y sólo se concretaba a cerrar su puerta a piedra y lodo; hasta que un día, cuando llegaron por él y lo sacaron de su casa a la fuerza, aterrorizado, llorando les gritaba a sus vecinos ¿Por qué no me ayudan a combatir esto?
Antonio Arceo Levario.
Cacho
domingo, 7 de febrero de 2010
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