Hay muchos estigmas en México que son cadenas invisibles que nos han impedido cohesionarnos como nación y forman ghettos invisibles como: El de los nacos, los jodidos, los indios, etc.
Desafortunadamente esta segregación es más recalcitrante en las mujeres, que día a día son asesinadas impunemente, encarceladas injustamente, perseguidas por exigir ser escuchadas o vilipendiadas por el sólo hecho de ser eso, Mujeres.
Puedo mencionar infinidad de casos en los cuales las mujeres han sido maltratadas impunemente de una u otra forma, pero quiero señalar el caso de la indígena Otomí de origen humilde Jacinta Francisco Marcial, quién refleja perfectamente el nulo valor que para el gobierno tanto federal como estatal, tiene la mujer; peor si es indígena y no se diga si es de clase marginada (puede que aquí parezca que hay un pleonasmo, pero a lo mejor existe por ahí algún indígena potentado).
Jacinta, fue encarcelada hace tres años acusada de secuestrar a 6 miembros de la AFI (imagínense la corpulencia que debía haber tenido para someterlos), en un juicio donde ni siquiera entendía de lo que la estaban acusando, y con un juez misógino que con sólo mirarla ya la había condenado.
Ahora, después de tres años y debido a las presiones de diversas organizaciones como Amnistía Internacional y Derechos humanos -por mencionar algunas-, liberaron a Jacinta, pero esta vez sin el consabido “usted disculpe”.
Las mismas organizaciones de Derechos Humanos, han exigido a la PGR (por ende al Gobierno Federal), que indemnice a Jacinta Francisco por los años que la privó de su libertad y el daño moral y físico que provocó tanto a ella como a su familia. A lo cual cínicamente han contestado ¡que no lo van a hacer porque no se le declaró inocente!
Sabemos que la impartición de justicia en México deja mucho que desear y que de nueva cuenta se enseñorea el axioma que dice -Al poderoso la justicia, al desvalido todo el peso de la ley- No dejemos que esto suceda. Presionemos a las autoridades a que respeten las leyes y que no sigan desgastando a las instituciones, porque sino todos vamos a pagar por las consecuencias de tales descréditos.
Cacho.
lunes, 8 de febrero de 2010
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