domingo, 7 de febrero de 2010

LA INFLUENCIA DE LOS MEDIOS

Qué días estamos viviendo, algo inédito, surrealista y porque no decirlo…hasta Kafkiano.

Resulta que todavía no nos recuperamos del golpe de la reseción (que por cierto ni los expertos supieron decir por que nos quedamos jodidos) y nos llega una “catástrofe” más: LA INFLUENZA.

De verás es triste lo que está pasando, oler el pánico de la gente a través de sus tapabocas siguiendo al pie de la letra lo que interpretan de la tv o el radio.

Ésta situación ya es como una religión, cada quien creé o no creé lo que quiere, y recurre a su liturgia epidemiológica de acuerdo a su dogmatismo pragmático; hablando del diablo (llamado influenza porcina) sin siquiera haberlo visto. Siguiendo el aquelarre propiciado por los medios de comunicación con sus diagnósticos apocalípticos, que por cable intracerebral nos inoculan, para que así, “aliviados” por ellos, propaguemos lo de siempre, su cura… “el rumor”.

Yo diariamente recorro el área metropolitana de la ciudad de México en un promedio de 100 km, trato con aproximadamente 12 a 15 personas, a las cuales les he preguntado si algún familiar, amigo o conocido ha sido atacado por este virus, a lo cual me han respondido que no; inmediatamente les pregunto del por qué entonces usan el tapabocas y en varias ocasiones, ahora, hasta guantes (quirúrgicos por supuesto). Su respuesta inmediata es que son para protegerse de los virus.

Así puedo seguir comentando lo que todos sabemos: tenemos temor y es válido, lo que es inaceptable es negarnos a ocupar nuestro sentido común y dejar que el rumor nos contagie.

Actuemos con madurez, no digo que no haya una epidemia, tampoco puedo afirmar que exista, lo que si puedo asegurarles es que si seguimos actuando como borregos, realmente no podremos reconocer al lobo cuando lo tengamos frente a nosotros.

Ojala la comunidad científica y académica del país se quite su tapabocas, y con los medios que tengan a su alcance enfrenten a los medios de comunicación manipuladores, y verdaderamente recobren su misión y dignidad orientando verazmente a nuestro pueblo.

A manera de colofón les comento la siguiente anécdota que me sucedió y que cada quien la tome como quiera.

Hace dos días circulaba por Ecatepec en mi camioneta, haciendo lo de siempre, comercializando los productos que traigo en la caja de la misma. Pasé junto a una patrulla de la estatal que al ver mi mercancía de inmediato me hizo la señal para detenerme.

Yo no quería investigar el motivo por el cual me estaban deteniendo, pero sabía que seguramente tratarían de extorsionarme, por lo que se me ocurrió fingirme enfermo.

Esperé dentro de la camioneta a que llegara el policía, cuando estuvo junto a la puerta empecé a toser y le pregunte que qué se le ofrecía, a lo cual respondió que traía carga y quería ver mis documentos. Acto seguido me solicitó mi licencia, a lo cual yo procedí a sacarla de mi cartera y fingí estornudar cubriéndome la boca con mi mica, después de haberlo hecho la extendí al oficial y no la tomó, sólo me dijo que estaba bien. Después me solicitó mi tarjeta de circulación, y como están pensando, hice lo mismo, estornudé cubriéndome la con la tarjeta; también suponen bien, no me la recibió e inmediatamente me dijo que si me sentía mal me podía ir pero que fuera a un hospital. Volví a encender el motor de mi camioneta y me aleje de ellos estornudando a todo pulmón y pensando que si realmente hubiera estado enfermo los que menos me hubieran ayudado eran esos servidores públicos.


Antonio Arceo
Cacho

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