Hace unos días en la pasarela olímpica de las naciones, vimos que Brasil se alzó ante gigantes como Estados Unidos, España y Japón como ganador para realizar “La Justa Deportiva” del 2016.
Al escuchar esta noticia, sentí, no la alegría que puede representar el hecho de que un país latinoamericano pueda realizar un magno evento, sino la frustración de ver la posición que guarda México actualmente en America Latina.
Tristemente recuerdo el 68, cuando a nuestro país le tocó organizar las Olimpiadas y orgullosamente se decía que era el hermano mayor de Latinoamérica desde el Río Bravo a la Patagonia. Parecía promisorio, que a partir de la “estabilidad” económico-política de la segunda mitad del siglo pasado, México se erigiría como el nuevo gigante (obviamente por debajo de los EU), del continente.
Han pasado ya varias décadas del 68 a la fecha y el “milagro mexicano”. Ese sueño de grandeza ha ido despareciendo a grado tal, que hoy ya despertamos a la pesadilla de nuestra realidad y escuchamos que el país que peor a manejado la crisis mundial es el nuestro, y que por lo tanto seremos los que más vamos a tardar en salir de ella.
Si, el futuro nos alcanzó y nos estalló en el orgullo. Esa riqueza de la que presumíamos se ha desvanecido. El petróleo (que era base de nuestra economía), se está acabando; no pudimos aprovechar la bonanza para alcanzar la autosuficiencia alimenticia; nuestra educación (si acaso existe), está por la calle de la amargura y la ciencia y tecnología se quedaron como proyecto de desarrollo en el siglo 20.
Ahora, para darnos la puntilla, el chimoltrufio secretario de hacienda nos ha dicho que existe un boquete presupuestario de trescientos mil millones de pesos y que por lo tanto tenemos que apretarnos el cinturón (¿Cuál? si ya ni eso nos queda) y aceptar que suban los impuestos para tapar el agujero.
Es frustrante ver de nueva cuenta que tan sólo se piense en lo inmediato: “tapar el boquete” y que la clase política ni siquiera tenga un proyecto de nación que empiece a detener y revertir la espiral descendente en al que estamos.
No sé que va a pasar con este México saqueado ¿Hasta cuando el pueblo va a traducir su impotencia en rabia? Quién sabe. ¡Lo que si sé, es que tenemos que unirnos ya! Luchar para acabar de una vez por todas a esa clase gobernante que se niega a dejar sus privilegios mal habidos, antes que nos roben lo último que nos queda: NUESTRA DIGNIDAD.
CACHO.
lunes, 8 de febrero de 2010
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